¿QUÉ ES EL KARMA?
Es la ley de causa y efecto pero aplicada a acciones mentales, emocionales, morales y físicas, es decir al desarrollo de pensamientos, de emociones, de virtudes, y en mi actuar externo. Para entenderlo mejor, es el equivalente a decir “todo lo que siembre con mis acciones es lo que voy a cosechar”, aunque no de una manera tan literal, porque no se reduce solo a “yo hago algo malo, y voy a pagar con una situación similar”, va mucho más allá de eso. Como ya vimos, también implica pensamientos, emociones y virtudes además del actuar.
Al contrario de lo que la gente cree, el Karma no es “malo” ni un castigo por las malas acciones, y tampoco existe un Karma bueno, que es otro concepto errado. Simplemente al Karma hay que entenderlo como enseñanzas o aprendizajes que nos brinda el Universo y que son necesarias para que el alma pueda crecer en consciencia. Si me falta la virtud del amor propio, y me dejo someter ocupando el lugar de víctima en vez de hacerme valer, estoy generando Karma, porque a esta virtud no la tengo desarrollada y me mantiene en un desbalance energético (lo emocional); si mentalmente me quedo atrapado en el pasado de tal manera que me desenfoco del presente y no puedo proyectar un futuro, se presentarán ciclos repetitivos de esa misma situación hasta que logre aceptarla y trascenderla internamente (lo mental); si lastimo emocional o psicológicamente a otras personas, por mi actuar externo el universo me va a confrontar con las consecuencias de actuar de esa manera, me hará entender lo que les hice sentir así implique ponerme en ese lugar que yo generé en otros (lo moral); si yo procrastino y no me esfuerzo, mi vida se inundará de carencia hasta que tome la iniciativa de generar recursos por mi cuenta (lo físico). Son algunos ejemplos de cómo funciona el Karma, pero es distinto para cada persona y situación en particular según lo que la persona necesita aprender. El Karma viene a enseñarnos virtudes y generar un orden en nuestro ser, viene a sacarnos del exceso o la carencia de una energía que tenemos en desequilibrio para lograr orden y equilibrio dentro nuestro.
Hay que tener en cuenta que el ego genera apego, y éste es un estado que nos lleva a identificarnos con objetos, con personas, con sentimientos e incluso pensamientos. Estos apegos generan un sesgo en la persona, como si tuviese una venda cubríendole los ojos no permitiéndole ver la realidad con claridad y discernimiento, lo que le lleva a actuar constantemente de una manera errada, o mejor dicho, desequilibrada, donde en vez de actuar con consciencia, reacciona instintiva e inconscientemente.
Como vemos, si afronté una situación de una manera inadecuada, hay un aprendizaje que no logré superar, o una virtud que me cuesta desarrollar en mi, voy a generar un Karma que me confrontará a situaciones que busquen despertar de distintas maneras ese aprendizaje en mi. Y si no logro superar ese aprendizaje, la misma situación se repetirá una y otra vez de manera cíclica hasta que logre trascender ese aprendizaje, que es la llamada rueda del Karma en algunas corrientes religiosas.
Entonces el Karma no es una energía de castigo, es una energía de evolución para ayudar al alma en su proceso de evolución de consciencia para alcanzar la maestría, la sanación, y finalmente la iluminación. Superando la rueda del Karma, o actuando fuera de ella, rompemos con el ciclo repetitivo, con lo cíclico, y de esa manera la persona entra a su ciclo del destino. Este es el Dharma, que está más allá del Karma, donde la persona fluye con el universo, sus energías, y lo que debe ser.