EL EGO
Proviene del latín "ego" que significa "yo". El ego es una construcción que vamos moldeando desde nuestra infancia, y que está condicionada por las circunstancias del entorno familiar, social, cultural, es decir, de la educación que recibimos en los primeros años de nuestra vida. Es decir, esta construcción es adaptativa para sobrevivir a las circunstancias que nos rodean.
Es el constructo mental que tenemos de nosotros mismos. Representa aquella máscara con la que nos identificamos, y que creemos que es la verdadera identidad de quien realmente somos como persona, pero que no es más que una identidad que vamos moldeando a partir de los estímulos que recibimos del exterior y terminamos creyendo que es la real, pero no es más que un "falso yo" por nombrarlo de alguna manera.
Es comúnmente denominado como la "máscara social" porque es esa parte de nosotros que mostramos al mundo, un mecanismo adaptativo de defensa que hemos desarrollado para sobrevivir de la mejor manera posible al entorno en el que nos tocó sobrevivir. ¿Cómo se va formando? A partir de estímulos, de lo que nos enseñan que está bien o mal, del premio o castigo, de las vivencias y dificultades, de las alegrías y los traumas, de lo aceptado y lo rechazado, y todo lo que esto genera en nosotros tanto externa como internamente. La mente consciente procesa toda esta información para darle una forma e identidad, que es el ego individual.
El ego está alojado en la mente consciente, aunque a su vez están separados, ya que el ego es una respuesta de la mente consciente y funciona como una proyección, un escudo de defensa, contra la realidad que nos rodea. De alguna manera, oculta o reprime parte de la esencia de quien realmente somos para "encajar" en la sociedad o realidad que vivimos, quedando parte de nuestra esencia alojada en la sombra, en la mente inconsciente. Esta sombra (de la que hablaremos en otra oportunidad) y el ego, son los pilares de nuestra personalidad que deben conciliarse y funcionar en equilibrio, mente consciente y mente inconsciente deben trabajar en equilibrio, para que ni uno ni el otro domine y poder expresar así nuestra verdadera esencia como persona impidiendo al ego o la sombra dominarnos.
Un ego mal gestionado en ocasiones se puede resistir ante las propias emociones, pensamientos y actos, generando un desequilibrio en el propio ser, y llevándonos a actuar de una manera contraria a la que realmente nos gustaría hacerlo. ¿Por qué? No nos olvidemos que es un mecanismo adaptativo, y muchas veces lo que realmente sentimos, pensamos o queremos hacer, no es lo que aprendimos como correcto o aceptado, entonces lo reprimimos y transformamos en sombra.
Espiritualmente, podemos situar al ego dentro del plexo solar, ya que es la manera en la que expresamos nuestra propia individualidad y nuestro poder personal. Es a partir de este ego individual que actuamos y tenemos la sensación o estímulo de poder o no poder. Es necesario para nuestra existencia, pero como todo en la vida, cuando domina en exceso nuestra persona y anula totalmente quien realmente somos, puede representar un problema muy grave que va a atorar nuestro crecimiento de consciencia en el plexo solar, no permitiéndole avanzar hacia el siguiente grado (la cuarta densidad de consciencia) que está en el chakra corazón, en el amor crístico o búdhico, el amor servicial desde la aceptación hacia uno mismo.
Para concluir, vamos a resaltar algunas distorsiones en la personalidad que se pueden generar a partir de un ego desequilibrado cuando domina en exceso:
egoísmo, la indiferenciación del mundo interno y externo donde el sujeto se sitúa a sí mismo como motor de todo lo que acontece.
egóico, cuando el mecanismo de defensa del "yo" se exagera a través de la victimización para manipular situaciones o a otras personas.
ególatra, es la posesión de un sentido elevado de importancia, llegando al punto de la arrogancia y el ser creído, pudiendo llegar a desarrollar un trastorno narcisista de la personalidad.
egoísmo, las motivaciones de la persona obedecen a beneficios propios llegando a entender a los intereses ajenos como instrumentos a disposición de los propios fines.